“El Espejo”
Me sentí mareada, confundida. No entendía qué me estaba pasando. De pronto, comenzó a rasgarse mi piel, mi cara se partía, mejor dicho, se agrietaba y de cada grieta, una mezcla de sangre y agua brotaba a borbotones. Corrí hacia el espejo que, colgado en la pared, me mostró como burlándose de mí, aquella horrible imagen. Mientras me contemplaba, en mi cerebro la razón, la lógica, no tenían lugar. Y el maldito espejo se reía. Unos segundos antes de volverme loca traté de pensar que no era cierto.
-Es una pesadilla,- me dije- cierra los ojos y verás que todo es una mentira. Una burla de este espejo, y yo sé porqué... hace un tiempo, dos ó tres meses, muy bien no lo recuerdo, lo saqué del salón y lo colgué aquí, en el pasillo de las habitaciones. Creo que, pensándolo bien, puedo comprenderlo; desde aquí no ve pasar la gente por la vereda ni el verde de la plaza que está enfrente, en donde cada día se crean mil historias. Acá, en cambio sólo ve paredes grises. Yo lo entiendo, pero desgraciadamente él a mí no. Está viejo, desgastado y hasta le han salido manchas oscuras de humedad. Se ve muy feo. Ya no adorna la entrada de la casa, la desluce. Y a mí, que acabo de pintarla no me gusta. Pero, él no entiende… ¡lo pude haber tirado!, sin embargo ahí está, colgado en la pared del pasillo. ¿Qué más puede pedir, no les parece? Ustedes en mi lugar ¿qué hubieran hecho?...
Cierro los ojos, aprieto mis párpados con fuerza, –pienso- seguro ya no está, ya se ha borrado esa imagen horrenda de mi cara. Los vuelvo a abrir y lentamente levanto la mirada hacia el espejo. ¡Dios mío!...la imagen sigue allí. Desesperada toco mi cara, se me quedan pedazos en las manos; mis ojos sin párpados me miran. ¿Qué sucede? Espero ver mis huesos, pero en cambio, otra piel parece hallarse abajo. Se inflama, se deshincha, se transforma, ya no me reconozco...
¡Quiero gritar! Pero un rugido terrible me ensordece. Entonces me doy cuenta que todo está cambiando, aún mi cuerpo. Un dolor terrible me atormenta y cuando miro, ¡mis piernas se soltaron! Caigo al suelo. Mi cuerpo se transforma blando, blando, con forma de gusano agigantado. Me agito, me revuelco, la espalda me molesta y de pronto, junto con mis brazos que se afinan, una especie de patas, semejante a las de araña, velludas y por pares me han crecido. Y la espalda me sigue torturando. Me pongo en cuatro patas sin pensarlo. Me miro otra vez en el espejo, mis ojos salidos de sus cuencas, inflamados, como bolas de líquido me observan...
Entonces, la espalda que molesta ¡Se revienta!... y dos alas negras, membranosas, se asomaron. La imagen reflejada me aterra ¡Soy un monstruo!... Llorando me contemplo.
Y el espejo se ríe, se burla de mi suerte…
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